NOSTALGIA
…la cual irrumpe en la realidad, convirtiéndonos en entes ausentes de presente, sumergidos en un pasado en el que tampoco supimos estar ni sentir…
Quizá en estos últimos tiempos hemos perdido la capacidad y nos hemos olvidado de sentir nostalgia, o quizá sea una percepción individual. No es cuestión de romantizar emociones generalmente ligadas a la tristeza, pero sin duda es necesario no desligarse de uno mismo si no queremos caer en el error de perdernos y no volver a encontrarnos.
Pensar en el pasado, sentirlo hasta el punto de desgarrarte por la necesidad e imposibilidad de revivirlo, exige un tiempo del que no disponemos. Porque, una cosa es pensar en el pasado, cosa natural si se da la capacidad, y otra cosa es sentir el pasado. Esto último concretamente es lo que se denomina nostalgia, es decir, perderse en la reflexión de lo anteriormente vivido como quien se pierde en una caminata por el bosque sin más compañía que el crepitar de mil hojas secas y muertas bajo tus pies. Es un momento de desconexión de la realidad inmediata, un momento de confusión al volver a acceder a este presente miserable e inicuo. Presente indómito que teje el pasado a una velocidad que no podemos asimilar, y por lo tanto, un pasado del que nunca podremos tener nostalgia porque todo lo que le rodea es la rutina y el automatismo. No generamos nuevos recuerdos y por eso se siente triste el recuerdo de un pasado que no se volverá a repetir.
Se dice que vivir en el pasado es la peor forma de alienación, y desde cierto ángulo es una proposición acertada, pues aunque sigue siendo una forma real de autoconocimiento, en ocasiones puede basarse en las quimeras típicas de los sueños fronterizos. Pero ante todo, el peor de los viajes hacia el naufragio del ser y hacia la auto ausencia es el de vivir en un futuro hipotético, anulando tu presente y anulándote como ente consciente.
¿Qué fue de la nostalgia? ¿Por qué decidimos abandonarla? Sin duda, las historias de nuestros antepasados estaban colmadas de vida, el brillo en sus ojos delataba haber sabido vivir sus presentes. El brillo se sustituye en nuestros tiempos por el mate, por la ausencia de emoción. Nuestros presentes son puro devenir feroz que nos introduce en una esfera que solo gira. No hay anécdotas. Deberíamos volver a tener la capacidad de sentir el pasado, de vivir el presente sin el elemento capitalista del desorden y lo efímero.
Un manifiesto que se debería firmar es la búsqueda del espíritu del silencio, de la calma, el sosiego, la paz espiritual, de apreciar lo que nos invade despacio, de no temer a pararse a pensar más tiempo del que nos permite la nueva sociedad de la fugacidad, de la apatía. Todo es una rueda que el ser humano está obligado a parar como derecho y deber fundamental. Si dejamos de sentir el pasado, jamás volveremos a entender para qué existe el presente, empezaremos a pensar que todo se perderá como las migas en un mantel…
Quizá es demasiado tarde analizando este contexto banal de lo frívolo, de la depravación y el descontrol, de lo absoluto y lo instantáneo, de lo extremista, de lo vacuo y superficial, de la ostentación, del ridículo, del engaño, de la obsolescencia, la explotación, la guerra disfrazada de consumo...
Exceso de angustia, de ansiedad, de crisis del pensamiento estancado y perdido en un limbo de nada… y sin embargo, carencia de nostalgia, de búsqueda de un absoluto conocimiento cimentado en los valores perseguidos por los antiguos, los valores renacentistas a favor de la construcción de un cuerpo con un alma o espíritu extraordinarios.
¿Cuál es el principal problema? Necesidad de algo imposible, necesidad de parar un sistema que nos subyuga y nos esclaviza. Quizá si tuviésemos de nuevo la capacidad de albergar nostalgia, no la prefabricada por una red social que fenece antes de ser publicada, que muere antes de nacer solo por este mismo hecho superficial de vanagloria y necesidad de admiración… entonces podrían nivelarse ambos estados de ánimo fundamentales en la construcción de un individuo, es decir: la nostalgia y la reflexión derivada de cierta angustia (esta angustia tomada en el buen sentido, en el de sentir cómo te invade el universo por pararte a pensar en las cuestiones universales, en la existencia, no la angustia basada en un sufrimiento cíclico y atroz del espíritu por un vacío inexplicable).
La nostalgia es la única esperanza que nos queda en este presente vacío y en el futuro que adviene incierto y furioso como un torrente.
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